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Si algo distingue a esta brillante mexicana, sólida en el arte de contar historias, es que vive y trabaja en un estrecho compromiso con su tiempo, al margen de las limitaciones que cobra la persecución de la fama.

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DOLORES

HEREDIA

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[eltdf_dropcaps type=”normal” color=”” background_color=””]H[/eltdf_dropcaps]ija de un hombre de mar y una mujer de fotografía, Dolores Heredia creció rodeada de historias, ante un horizonte abierto como la orilla de Baja California Sur frente al Océano Pacífico.

Nació en 1966 y le tocó ser la hermana de en medio entre los diez hijos que tuvieron sus padres. Tal vez así hubo de cultivar la actitud tan sin miedo que siendo una adolescente la llevó, de hacer teatro en su natal La Paz, a la Ciudad de México para convertirse en la reconocida actriz, productora y activista que es. A la Ciudad de México llegó en 1986 para estudiar arte dramático en el Centro Universitario de Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México, para después participar en Antígona de Sófocles con el grupo de teatro El Fauno, dirigida por Armando García, en el Núcleo de Estudios Teatrales y en Suiza, en el Centro Internazionale di Studi Audiovisuali. En 1989 debutó en la pantalla con el cortometraje La otra orilla (1989) de Antonio Diego Hernández y, un año después, se incorporó al Centro de Experimentación Teatral del INBA en la obra Máquinas de Coser, con la
dirección de Luis de Tavira. En 1991, siendo parte de la Compañía Nacional de Teatro, participó en El Viaje de los Cantores, haciendo temporada en la Ciudad de México, una gira nacional y otra por España. Volvió al cine para actuar en Desiertos Mares de José Luis García Agraz (1993), En el aire de Juan Carlos de Llaca (1995) y Dos crímenes de Roberto Sneider (1995), por la que ganó el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Cine de Cartagena de Indias y le valió la nominación a mejor actriz de reparto por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. Al concepto del “teatro de la caricia”, raíz, filosofía y estilo que basa la actuación en la empatía para con el público, Dolores Heredia se incorporó en los años entre 1994 y 2004, con el Teatro Sunil, compañía nacida en 1984 y que hoy lleva el nombre de uno de sus fundadores, el suizo Daniele Finzi Pasca. Así, en la primera versión de 1337 Déjeuner sur l’herbe (1995) y Patria (1996) se convirtió en su asistente de dirección y en asesora artística para Corteo, espectáculo creado para el Cirque du Soleil. Su personalidad solidaria y activista la llevaron a viajar a Etiopía, involucrada con un proyecto de teatro que buscaba integrar a la población infantil que la guerra había dejado en orfandad. Con nuevos aprendizajes dirigió diversos espectáculos, entre ellos Aitestás, que le valió el Premio Sekisano como mejor espectáculo extranjero en México.

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Dolores Heredia ha participado en una colección de más de cuarenta largometrajes entre producciones nacionales e internacionales. Por su actuación en Santitos, dirigida por Alejandro Springall, fue reconocida como Mejor Actriz en el Festival de Amiens y en el año 2000, en el Festival Internacional de Cine y TV de Cartagena, Colombia. Entre otras participaciones en televisión, protagonizó Capadocia: un lugar sin perdón (2008), la exitosa serie de HBO Latin America por la que también ha sido nominada. Con Finzi Pasca fundó Poramor Producciones y desde su papel como productora, en 2015 realizó en México la gira de La Veritá, obra inspirada en la versión plástica de Tristán e Isolda de Dalí, que puso en el escenario teatro, danza, música y circo, en un espectáculo que tuvo éxito internacional. Desde ese mismo año ha asumido la representación en México de la Compañía Finzi Pasca.
Dolores Heredia es una artista consolidada y siempre a la escucha; de profunda conciencia social. Es una mujer de ritos trenzados con la naturaleza y una actitud activista en la búsqueda de cambios en los problemáticos contextos sociales de la vida. Desde octubre de 2015 es Presidenta de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, cargo que desempeña con absoluto compromiso, consciente de la trascendencia que implica promover la difusión, la investigación, la preservación, el desarrollo y la defensa del arte y la ciencia fílmica.
Con firme postura y elegante determinación, su misión por liderar el espíritu de la Academia crece frente a toda adversidad y guarda humildad ante objetivos capitalizados. Ella es nuestra homenajeada Dolores Heredia, la niña que aprendió a hacer de la historia un manifiesto del bien común y de su
profesión una trayectoria loable para confiarle la solidez de la industria cinematográfica nacional y la defensa por la libertad creativa y laboral de los cineastas mexicanos.

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